SEMANA SANTA DOMINGO DE PASCUA


 

4º de abril
(Evangelio según san Juan 20, 1-9
Este no es un día cualquiera.
Es el día más santo, más feliz y lleno de sentido.
Porque para la fe cristiana todo se juega en una relación personal nada más y nada menos que con Jesús Resucitado:
Él es el centro. Queremos vivir en una relación de amistad con Él que implica dejarnos amar, dialogar con Él, entregarnos a su persona, permitirle que Él nos transforme.
Por eso, si Él no está vivo, nuestra fe no sirve para nada.
Lo dice con toda claridad San Pablo:
“Si Cristo no resucitó vana (sin sentido) es la fe de ustedes”.
Si Él no vive, todo se convierte en un recuerdo triste o en la admiración de un héroe del pasado.
Si Él no resucitó, la Navidad, con toda su belleza, no sería más que un modelo de amor y pobreza.
El Viernes Santo sería sólo un recuerdo triste de su muerte injusta, o del inmenso amor de alguien que ya no existe.
Pero a la luz de la Pascua todo lo cambia:
“CRISTO VIVE!!!!! Está conmigo y con vos, nos acompaña, nos escucha, nos contiene en los momentos de prueba, nos fortalece, nos perdona, nos renueva y le da un significado a todo.
Y cuando todos se van, Él sigue aquí con su presencia viva.
Pero eso sólo se lo reconoce con la fe; cuando la fe está atenta y despierta, cuando sabemos reconocer su presencia en medio de tantos gritos y distracciones.
En el evangelio que leemos se destaca la fe del primer discípulo que cree en la resurrección.
María Magdalena está triste, pero en medio de la noche oscura que vive va al sepulcro.
En su dolor no corta sus lazos con Jesús, deja una puerta abierta, y de esta manera, nos muestra que aún en tiempos de dolor y oscuridad es bueno seguir practicando nuestra fe.
Ella ve el sepulcro vacío y no descubre todavía que Cristo vive.
Pedro también está desolado, pero no se apartaba de la comunidad y reacciona:
él también fue corriendo al sepulcro.
La poca fe que aún le quedaba lo lleva a correr al sepulcro, como buscando una luz que le dé nuevamente sentido a su vida, y en ese momento Pedro entendió “lo que decía la Escritura, que él tenía que resucitar”.
Porque la Palabra de Dios anunciaba que el Mesías iba a triunfar, y Jesús mismo se lo había dicho.
Lo mismo nos puede suceder con las cosas que nos pasan.
Si las dejamos iluminar por la Palabra de Dios, toman un significado de vida nueva.
Es como el sepulcro vacío que, iluminado por la Palabra, anuncia a gritos que Jesús ESTÁ VIVO!.
Sólo el discípulo que guardaba la Palabra en su corazón y la recordaba, pudo reconocer ese mensaje.
“Si en tu vida hay cosas que no puedes entender, o no sabes cómo reaccionar frente a ciertas dificultades y temores, busca una luz en la Palabra de Dios, léela, medítala, deja que resuene una y otra vez y le hable a tu vida.
Seguramente encontrarás algún camino de resurrección.”
Les deseo un feliz día de Pascua de Resurrección en familia.
Con mi bendición.
P. Edgardo